viernes, 20 de mayo de 2016

Garabateando el universo
Las cosas caen
se cansan y caen.
Tras la caída está el escurridizo
movimiento zurcido por letras y dígitos.
Tras la caída escrita en gráficos
habitan criaturas abstractas infinitesimales.
Las cosas caen
mas, algunas cosas no caen.
Si la mañana cae porque no cae la noche.
Si la luz cae en ondas porque no cae el sol en fotones
Si el sol curva el espinazo del espacio y deforma
al tiempo atónito, porque no cae.
Por qué el tiempo de caída de una roca
bajo el cielo no es igual
al tiempo de caída
de un trozo de meteorito
en el oscuro sideral.
La respuesta está en la masa y energía
de la cosa resumida
en una pequeña ecuación
con un inmenso
poder matemático.
Si hay cálculos para explicar
 el movimiento de cuerpos visibles
como la caída de un pajarillo
herido por una piedrecilla
si hay derivadas e integrales
para predecir el tiempo de caída
de cuerpos gigantes
heridos por criaturas galácticas
con que enmarañadas ecuaciones
 se podrá explicar
el movimiento de bichos más pequeños
Que el átomo.
Buscar un trozo infinitesimal que interprete
la caída
 de las cosas más pequeñas del inframundo
o nanohabitantes del átomo
hasta buscar la exégesis de un trozo
matemático que dibuje  la caída curva
 de esa  cosa que se traga la luz
hasta volverla nada
es un desafío de los nanoespejos
 y macrovidrios
que quizá se condensen en escasos centímetros
de tejidos algebraicos o
se sinteticen en sofisticadas abstracciones
en una extensión menor a tres centímetros.